Oportunismo político: Reflexiones sobre la unión de Don Benito y Villanueva de la Serena
En el ámbito político, el oportunismo prevalece como una realidad innegable. Un ejemplo claro de ello sería el partido Podemos, aunque naturalmente, no es el enfoque principal de este blog. En cambio, quiero abordar el caso particular de la unión de estos dos pueblos, que demuestra esta afirmación. Antes de proceder, deseo dejar claro que no pretendo ofender a ninguno de los partidos aquí mencionados, ya que todos han actuado dentro de su máxima legitimidad. Lo que quiero decir es que, sea por vía del oportunismo, el aprovechamiento de una situación, o un vacío, si se logra el objetivo, en este caso, el gobierno de la ciudad de Don Benito, nuestra ciudad, y se responde a las expectativas de la mayoría de los votantes, entonces bienvenido sea, independientemente del camino utilizado para alcanzar dicho objetivo.
Por otro lado, quiero aclarar también que no tengo afiliación política, aunque ejerzo mi derecho al voto. Lo que expongo aquí es simplemente mi opinión personal sobre la propuesta de la unión de estas dos ciudades. Repito, espero que nadie se ofenda, ya que esto es simplemente una expresión de mi punto de vista personal.
En primer lugar, es necesario comprender el significado de la palabra «oportunista» en el contexto de aprovechar circunstancias en beneficio propio, sin considerar los intereses de los demás. Desafortunadamente, muchos políticos se ajustan a esta definición. Yo confío en que este no sea el caso. Permitirme detallar cómo se ha desarrollado esta situación.
En una secuencia de oportunismo, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en coordinación con el ayuntamiento de Villanueva de la Serena, gobernado por el mismo partido, presentó un proyecto para la fusión de ambas ciudades. Sorprendentemente, este proyecto recibió el respaldo de otras fuerzas políticas de ambas localidades. Sin entrar en detalles sobre el proceso y sus deficiencias, queda claro que el PSOE y sus dirigentes buscaban asegurar su legado y prolongar su tiempo en el poder a través de esta fusión, independientemente del beneficio que podría aportar la misma.
A pesar de las connotaciones políticas, personalmente considero que la unión de ambas ciudades es una excelente idea y un proyecto atractivo en términos de orden y desarrollo. Sin embargo, aquí es donde el partido Siempre Don Benito muestra su oportunismo. Este partido, surgido de la nada, obtuvo de manera sorprendente siete concejales, superando incluso al Partido Popular. Mi curiosidad me llevó a explorar su programa de gobierno, pero me decepcioné al encontrar que su única postura destacable era la oposición a la unión, sin ofrecer argumentos sólidos al respecto. El resto de su programa resultó ser trivial y común en comparación con otros partidos políticos. Además, cabe cuestionar si los votantes se preocuparon por conocer la procedencia y la diversidad política de los miembros de este partido, cuyo único punto en común parece ser el deseo de incorporarse a la vida pública y salir del anonimato.
Ya he dicho que la idea de la fusión me parecería una gran idea y que, por otra parte, sin entrar en detalle de sus ventajas y desventajas, a largo plazo podría ser más que beneficiosa para todos los ciudadanos, por pura inercia. En esto me viene a la mente una frase que dice: ‘Es mejor hacer algo y fracasar que no hacer nada‘. La autoría de esta cita se atribuye a Norman Vincent Peale, y su significado es relevante en este caso. Siempre Don Benito ha optado por apostar por la inacción. Y lo más sorprendente es que la mayoría de aquellos que han votado en contra de la unión, en realidad, no experimentarían ningún cambio, en caso de que ocurriera, y mucho menos se verían afectados por él. Han ejercido el derecho a voto que correspondería a sus hijos y/o nietos, quienes posiblemente habrían votado a favor de la misma. El único motivo que los llevó a votar en contra, y no es un reproche, fue dejarse llevar por el sentimiento, la nostalgia y el romanticismo asociados a un nombre: «Don Benito», que es el único argumento esgrimido por el partido Siempre Don Benito para convencer a sus votantes. No hay nada más que eso.
Descendiendo al detalle del oportunismo, entra en juego el Partido Popular (PP). Su coalición con Siempre Don Benito me desconcertó inicialmente, pero tiene su lógica. Un partido que previamente respaldó la unión cambió de postura repentinamente. La razón es simple: el PP, que era la segunda fuerza política, se vio desplazado al tercer puesto debido a la irrupción del nuevo partido. Ahora apoya a Siempre Don Benito a cambio de un acuerdo de gobierno de 2+2, lo que les permitirá desbancar al PSOE, su principal competidor. Además, tendrán la oportunidad de convocar un nuevo referéndum para decidir el destino de la fusión. Independientemente del resultado, es probable que el PP pase de ser la tercera fuerza política a la primera, siempre y cuando su gestión sea convincente. Sin duda, es una jugada maestra.
Es importante reconocer que algunos votantes del PP pueden no estar de acuerdo con esta decisión, ya que si el partido respaldó inicialmente la unión, aquellos que se oponían a ella habrían optado directamente por Siempre Don Benito. Sin embargo, en política, todo esto es lícito. Podría ser que Siempre Don Benito, un partido emergente, continúe gobernando si su gestión resulta efectiva. Aunque los he calificado de oportunistas, ¿por qué no aprovechar ese oportunismo en beneficio de una buena administración?
En mi opinión personal, la unión de Don Benito y Villanueva de la Serena representa un avance y es un ejemplo de progreso. Si bien entiendo que no todo debe basarse exclusivamente en el progreso, debemos reconocer que vivimos en una sociedad en constante evolución. Es importante comprender que el progreso trae consigo tanto beneficios como desafíos, y debemos abordarlos de manera equilibrada y responsable.
Espero sinceramente que si se lleva a cabo un nueva consulta sobre la unión, los votantes se despojen del romanticismo ligado a un nombre y consideren el futuro de las generaciones venideras. La mayoría de nosotros seguiremos siendo, para siempre, de Don Benito o de Villanueva de la Serena, sin importar el nombre que se adopte para la nueva ciudad. Bien es verdad que, para preservar la identidad de ambas ciudades, se podría considerar un nombre compuesto que refleje su unión. Por ejemplo, una opción sería «Don Benito Villanueva». De esta manera, se reconocería la historia y la individualidad de ambas localidades, al tiempo que se refuerza la idea de unión y progreso conjunto. Es importante encontrar un equilibrio que permita mantener los elementos distintivos de cada lugar, al tiempo que se fomenta la colaboración y el crecimiento en conjunto.